Resenha texto religioso - seminario
UNO
Todo hijo de Dios debe de tener una comisión de orar por algo específico. Ningún hijo de Dios puede decir que nunca la haya recibido. No obstante, sólo la podemos recibir cuando nuestro espíritu está abierto a El. La condición que necesitamos para recibir este encargo es un espíritu abierto a Dios. Una vez que hayamos recibido esta comisión, debemos llevarla a cabo fielmente por medio de la oración. Después de haber cumplido con esta comisión específica, recibiremos una segunda, y después una tercera y así sucesivamente. Por lo tanto, lo más importante es tener un espíritu abierto a Dios. Debemos decirle: “Abro mi ser ante Ti para orar”. A causa de nuestra infidelidad, rara vez recibimos este sentir. Por lo tanto, si queremos colaborar con Dios, debemos permanecer sensibles y no rechazar ningún sentir que provenga de El. Si sentimos que debemos orar por algo, debemos hacerlo inmediatamente. Al principio el deseo de orar no es muy intenso, pero irá cobrando fuerza a medida que avancemos. Si apagamos el Espíritu y no damos libertad a este sentir por medio de la oración, se desvanecerá, y sólo lo podremos recobrar confesando nuestro pecado y obedeciendo fielmente a partir de ese instante a todo sentir que Dios nos ponga. Debemos orar tan pronto como seamos inducidos a hacerlo. Si respondemos fielmente al sentir que tenemos, Dios nos continuará dando comisiones específicas en la oración. La única razón por la cual no recibimos una comisión específica es no haber cumplido la anterior, y por no haberlo hecho, quedamos aprisionados bajo su peso. Si llevamos a cabo la primera comisión de orar, recibiremos otra. Quizás al principio este sentir sea casi imperceptible, pero debemos obedecerlo. Si somos fieles al Señor en esto, Dios continuará poniendo en nosotros el deseo de orar por algo específico. Hermanos y hermanas, si deseamos ser útiles para Dios, debemos recuperar ese sentir de orar