La literatura en las clases ele
Felipe B. Pedraza Jiménez Universidad de Castilla-La Mancha
Tengo que agradecer a los organizadores de este congreso la invitación a participar en él. Sé que es protocolario este agradecimiento, pero en mi caso la gratitud tiene razones de peso, además del protocolo. Yo no estoy aquí por mi condición de especialista en la enseñanza del español para extranjeros: no lo soy; les hablo porque los organizadores han tenido la generosa idea de que nuestro departamento esté presente en los debates académicos de este encuentro. Y han querido encargarme esta comunicación para que pueda expresar algunas opiniones desde fuera, de forma tangencial o paralela a la discusión nuclear entre especialistas, que constituye el vivo, el centro del congreso. Yo me considero historiador de la literatura y, si se me puede adscribir a alguna suerte de especialización, habría que acudir a la lírica y el teatro del Barroco. En principio, mi dedicación actual tiene poco que ver con lo que aquí tratamos. Cuando anunciaron mi participación, uno de los congresistas, don Emilio Quintana, a quien estoy profundamente agradecido, me escribió interesándose por mis publicaciones especializadas y me envió generosamente sus escritos. Yo tuve que contestarle, con cierto rubor pero con toda sinceridad, señalando las razones (mitad institucionales, mitad académicas) de mi presencia ante ustedes. Sin embargo, sí les confieso que los problemas de la enseñanza del español, para nativos y para extranjeros, siempre me han atraído y que considero este aspecto el más relevante, el de mayor enjundia, el de más amplia importancia y proyección social de cuantos presentan los estudios lingüísticos y filológicos. Por eso nunca he rehusado escribir libros de texto para nativos (¡con lo mal visto que está eso!) ni manuales de español para extranjeros. El destino determinó que durante cuatro años estuviera al frente de la asesoría lingüística de la embajada de