Historia da arte
Podría decirse que, históricamente, el Barroco ha sido considerado como un movimiento "del espíritu" debido a la enorme exaltación de las pulsiones humanas presente en las diferentes manifestaciones adscritas a la terminología de dicho periodo, las cuales, de alguna manera, habrían ofrecido oposición a la racionalidad de la corriente anterior, camino que al parecer habría entrado en una fase de agotamiento ya en época manierista.
Sin embargo, y como ya señalaran sabios como Salomón o Terencio mucho antes de este siglo XVII, "no hay nada nuevo bajo el sol"; de esta manera, es posible advertir que el Barroco no inventa nuevas fórmulas estéticas sino que reinventa las previas ya existentes, potenciándolas. Será de esta circunstancia de donde surja ese concepto del "exceso" con el que suele asociarse dicha época, más erróneo en unas ocasiones que en otras, pudiéndose encontrar obras como la fachada este del Louvre, considerada modelo de arquitectura barroca oficial francesa, o los edificios proyectados por Mansart (véase la Iglesia de los Inválidos parisina), en las cuales el clasicismo es patente y el barroquismo queda asociado a la escala y la potencia plástica.
Sobriedad, armonía y claridad van a ser, de esta manera, las tres claves de la arquitectura barroca en Francia, la cual, a diferencia de lo que habría sucedido en el país de origen del movimiento, Italia, estará concebida al servicio del poder establecido político (en vez del religioso) al igual que el resto de las artes. De ahí su majestuosidad y su clara vocación de ostentación.
Arte propagandístico pues, en una época en las que las convulsiones sociales y políticas (no hay que olvidar la proximidad de la Revolución Francesa) serán determinantes a la hora de la creación del nuevo lenguaje. La revisión del urbanismo de las grandes ciudades como París, por ejemplo, vendrá determinada por la exaltación de las nacionalidades que en estos momentos está viviendo Europa, la cual