Etica de las profissiones
Augusto Hortal Alonso, S.J.
Agradezco la oportunidad que me brindan los organizadores de este Coloquio de poder hablarles de un tema al que vengo dedicando desde hace algunos años mucho tiempo, algunos esfuerzos y sobre todo mucha ilusión: la ética de las profesiones. En otras ocasiones, como en ésta, se me pide presentar el tema en términos generales. Para no caer en la rutina repetitiva he procurado en las últimas ocasiones compatibilizar la presentación sumaria de cómo entiendo la ética de las profesiones con un enfoque particular que me permita salir de la rutina y poder avanzar algo en su presentación. En otras ocasiones me he ocupado extensamente del bien interno de la práctica profesional por considerarlo el núcleo de la ética profesional. También he dedicado algunas consideraciones a la articulación entre beneficencia y autonomía, a las virtudes del profesional y a lo que las universidades pueden hacer por promover la formación ética de los profesionales. Hace aproximadamente un año me centré en el tema de la unidad de los principios de la ética profesional. Hoy me propongo centrarme no sólo en el principio de justicia, sino además en la relación entre profesión y sociedad y más particularmente en la dimensión pública del ejercicio profesional, individual y colectivo. Sobra decir que en este caso, como tantas veces ocurre en temas éticos, no vamos a hablar de cómo son las cosas en realidad, sino de cómo sería bueno que fueran. Las profesiones tienen una dimensión social y pública. Cuando esta dimensión queda recortada, la sociedad ciertamente sale perjudicada, pero eso además redunda en perjuicio de la misma profesión que cae en el ensimismamiento corporativista. Sin la aportación de los profesionales, las políticas se degradan y se convierten bien en despóticas o en demagógicas, en cualquier caso arbitrarias. Presentaré en primer lugar lo que entiendo por