Direito
Desde Aristóteles las falacias se han dividido en dos clases, falacias verbales – fallaciae dictionis y falacias relativas a las cosas – fallaciae extra dictionem-. Entre las primeras -llamadas también falacias de ambigüedad- se citan las de equivocación, anfibología, composición, división, acento, etc. Dentro de las segundas – llamadas también falacias materiales, o de relevancia -, se estudian las falacias ad baculum, ad hominen, ad ingnorantian, ad verecundiam, ignorantia elenchi, petición de principio, generalización apresurada, accidente, falsa causa, pregunta compleja, etc. Aunque la clasificación indicada se acepta casi sin discusión, es necesario revisarla, sobre todo la segunda clase, en la perspectiva de la teoría de la argumentación.
La primera clase la aceptaré casi sin discusión bajo el título genérico de falacias lingüísticas. Le agregaré a esta clase la falacia de la pregunta compleja, por razones que explicaré más adelante.
La segunda clase, en cambio, debe ser reelaborada totalmente.
Ya hemos eliminado de esta clase el argumento ad hominem y la petición de principio; creo que lo que he dicho sobre ellas es más que suficiente. Los demás argumentos o falacias los estudiaremos en relación con elementos de la teoría de la argumentación: la adaptación del orador al auditorio, las premisas de la argumentación, la interpretación de los datos de la argumentación o diversos esquemas argumentativos. Al hacer esto se podrá constatar que la segunda clase es un hacinamiento de los más variados fenómenos argumentativos.
LAS FALACIAS LINGÜÍSTICAS
Ocurren en argumentos cuya formulación contiene palabras o frase ambiguas cuyo significado cambia más o menos sutilmente en el desarrollo del argumento y lo hace falaz: estas falacias provienen fundamentalmente de la polisemia y la homonimia, tanto como de la contravención de reglas sintácticas, semánticas y pragmáticas del lenguaje ordinario. Lo cómico